Quiero compartir con ustedes una historia que me marcó profundamente, no solo como médico, sino también como ser humano. Es la historia de una paciente de 56 años que, después de años de sufrimiento y temor, encontró en la cirugía una nueva oportunidad para vivir sin dolor.
Cuando llegó a mi consulta por primera vez, vi en su rostro el cansancio de quien ha buscado respuestas sin encontrarlas. Había pasado por múltiples hospitalizaciones, tratamientos conservadores y, aun así, su enfermedad diverticular continuaba complicándose. Su calidad de vida estaba afectada no solo físicamente, sino también emocionalmente.
Tras analizar su caso con detenimiento, decidí realizar estudios más avanzados, incluyendo una colonoscopia y una tomografía colónica. Fue entonces cuando quedó claro que el tratamiento conservador ya no era suficiente: la enfermedad había avanzado considerablemente en el colon sigmoides. Le expliqué con detalle que la mejor opción para recuperar su bienestar era una hemicolectomía izquierda por videolaparoscopia, una técnica mínimamente invasiva con múltiples beneficios en la recuperación.
Después de evaluar su estado nutricional y comprobar que era una candidata ideal para la cirugía, programamos el procedimiento. En el quirófano, junto a mi equipo, encontramos adherencias significativas debido a la inflamación crónica, lo que hizo la cirugía más compleja. Sin embargo, con precisión y cuidado, logramos resecar la parte afectada y reconectar el colon de manera segura, verificando todo con una colonoscopia transoperatoria para asegurar un resultado óptimo.
La recuperación fue todo un éxito. Ver a mi paciente recobrar su energía, su tranquilidad y, sobre todo, su sonrisa, fue una de esas gratificaciones que nos recuerdan por qué elegimos esta profesión. El diagnóstico oportuno, un equipo comprometido y un tratamiento adecuado pueden cambiar vidas.
Cada paciente es una historia, una batalla, un ejemplo de valentía. Y para mí, no hay mayor satisfacción que verlos recuperar su bienestar y su paz.